Dos mil años después, una iglesia. La IGLESIA, dos mil años después, ha de ser fiel a su origen y ha de estar inmersa en su tiempo.
Recuperemos la imagen primigenia. KEIPHAS, Lithos, Petrus, Piedra. Una piedra. Una roca facetada.
Insertémosla en el presente. El presente racional, organizado, ordenado. La retícula. El ensanche de extrarradio. La roca facetada se recorta con un perímetro ortogonal y aterriza en la trama (sub)urbana.
Vuelta al origen. A la Iglesia primigenia que rezaba en catacumbas. Excavamos dentro de nuestra roca para crear una cueva que aloje a la Iglesia de hoy.
Otra vez al presente. Saltando siglos de omnipresencia de la Iglesia y de las iglesias en el perfil urbano. Estas ya no deben destacarse en la ciudad y la sociedad. La roca facetada no supera la altura de los edificios de viviendas. Destaca por su singularidad, no por su escala, sin sobresalir. Ahora forma parte de la trama urbana y social. Encaja.
El evidente carácter público (y en algunas ocasiones multitudinario) de la mayoría de los espacios del programa del proyecto conduce a su ubicación a nivel de calle. Se organizan alrededor de una plaza, interior pero pública, que los distribuye y separa. Por una parte la iglesia propiamente dicha y por otra, los espacios asociados de parroquia, administrativos, etc. Se llevan al sótano una serie de espacios de servicio accesorios: almacenes, instalaciones, aparcamiento; vinculados a la planta paja a través de un patio inglés que daría la posibilidad de flexibilizar el uso de alguna de las estancias enterradas. Quedan en planta primera dos partes del programa. Vinculado a la iglesia (desde la que se accede) y en altillo sobre ella, el coro. Y sobre la zona administrativa, al otro extremo de la plaza, el espacio residencial.
Se unifica el conjunto de volúmenes bajo una misma apariencia formal, una forma poliédrica que quiere asemejarse a una roca, KEIPHAS en arameo. En aras de esa pretendida similitud se busca una apariencia monolítica y homogénea. Se utiliza de forma generalizada el hormigón en la totalidad de la envolvente del edificio, además de en los elementos estructurales principales. En estructura horizontal se plantea combinar hormigón armado y acero para las grandes luces. Tanto la forma poliédrica como el acabado hormigonado se repiten en cerramientos verticales, cubierta y pavimentos.
La cruz, símbolo primigenio de la Iglesia, se genera siguiendo el patrón geométrico del conjunto del edificio. Cumple función de símbolo y reclamo, enmarca la entrada y enlaza los dos volúmenes entre los que se reparte el programa. Cierra la plaza y une físicamente los espacios que recogen los dos usos del edificio: lo litúrgico y lo parroquial. Genera el acceso bajo sus brazos, una entrada simbólica a la iglesia y a la IGLESIA.
En el interior del espacio de la iglesia se reproduce la geometría facetada exterior. Se combina el hormigón monolítico con revestimientos más cálidos en madera. Hay un tercer material que se repite. En los huecos de los espacios más singulares se utiliza alabastro para mantener el homogéneo aspecto pétreo al exterior, y permitir una iluminación matizada al interior.
En el aspecto dimensional, el edificio es discreto en sus alturas máximas. La singularidad viene dada por la imagen y la forma más que por la dimensión. Precisamente su limitación en altura (además de la orografía de la zona) permitirá que la cubierta poliédrica se aprecie desde los edificios circundantes y desde perspectivas no excesivamente lejanas, reforzando la imagen global del edificio.
El conjunto del proyecto, en definitiva, trata de integrar la metáfora de la forma rocosa, irregular y aparentemente azarosa de los volúmenes exterior y también interior con la ortogonalidad del planeamiento; y al mismo tiempo intenta dotar al edificio de una singularidad no basada en la escala. Todo ello queriendo completar un edificio acorde con el importante papel social de la Iglesia del siglo XXI.
Recuperemos la imagen primigenia. KEIPHAS, Lithos, Petrus, Piedra. Una piedra. Una roca facetada.
Insertémosla en el presente. El presente racional, organizado, ordenado. La retícula. El ensanche de extrarradio. La roca facetada se recorta con un perímetro ortogonal y aterriza en la trama (sub)urbana.
Vuelta al origen. A la Iglesia primigenia que rezaba en catacumbas. Excavamos dentro de nuestra roca para crear una cueva que aloje a la Iglesia de hoy.
Otra vez al presente. Saltando siglos de omnipresencia de la Iglesia y de las iglesias en el perfil urbano. Estas ya no deben destacarse en la ciudad y la sociedad. La roca facetada no supera la altura de los edificios de viviendas. Destaca por su singularidad, no por su escala, sin sobresalir. Ahora forma parte de la trama urbana y social. Encaja.
El evidente carácter público (y en algunas ocasiones multitudinario) de la mayoría de los espacios del programa del proyecto conduce a su ubicación a nivel de calle. Se organizan alrededor de una plaza, interior pero pública, que los distribuye y separa. Por una parte la iglesia propiamente dicha y por otra, los espacios asociados de parroquia, administrativos, etc. Se llevan al sótano una serie de espacios de servicio accesorios: almacenes, instalaciones, aparcamiento; vinculados a la planta paja a través de un patio inglés que daría la posibilidad de flexibilizar el uso de alguna de las estancias enterradas. Quedan en planta primera dos partes del programa. Vinculado a la iglesia (desde la que se accede) y en altillo sobre ella, el coro. Y sobre la zona administrativa, al otro extremo de la plaza, el espacio residencial.
Se unifica el conjunto de volúmenes bajo una misma apariencia formal, una forma poliédrica que quiere asemejarse a una roca, KEIPHAS en arameo. En aras de esa pretendida similitud se busca una apariencia monolítica y homogénea. Se utiliza de forma generalizada el hormigón en la totalidad de la envolvente del edificio, además de en los elementos estructurales principales. En estructura horizontal se plantea combinar hormigón armado y acero para las grandes luces. Tanto la forma poliédrica como el acabado hormigonado se repiten en cerramientos verticales, cubierta y pavimentos.
La cruz, símbolo primigenio de la Iglesia, se genera siguiendo el patrón geométrico del conjunto del edificio. Cumple función de símbolo y reclamo, enmarca la entrada y enlaza los dos volúmenes entre los que se reparte el programa. Cierra la plaza y une físicamente los espacios que recogen los dos usos del edificio: lo litúrgico y lo parroquial. Genera el acceso bajo sus brazos, una entrada simbólica a la iglesia y a la IGLESIA.
En el interior del espacio de la iglesia se reproduce la geometría facetada exterior. Se combina el hormigón monolítico con revestimientos más cálidos en madera. Hay un tercer material que se repite. En los huecos de los espacios más singulares se utiliza alabastro para mantener el homogéneo aspecto pétreo al exterior, y permitir una iluminación matizada al interior.
En el aspecto dimensional, el edificio es discreto en sus alturas máximas. La singularidad viene dada por la imagen y la forma más que por la dimensión. Precisamente su limitación en altura (además de la orografía de la zona) permitirá que la cubierta poliédrica se aprecie desde los edificios circundantes y desde perspectivas no excesivamente lejanas, reforzando la imagen global del edificio.
El conjunto del proyecto, en definitiva, trata de integrar la metáfora de la forma rocosa, irregular y aparentemente azarosa de los volúmenes exterior y también interior con la ortogonalidad del planeamiento; y al mismo tiempo intenta dotar al edificio de una singularidad no basada en la escala. Todo ello queriendo completar un edificio acorde con el importante papel social de la Iglesia del siglo XXI.
1 comentario:
Publicar un comentario